domingo, 25 de agosto de 2013

Un paseo por las Cataratas



Dios sabe mejor que nadie, que una vida no alcanza para ver todo lo que creó en nuestro entorno. Entonces quiso compensar esa limitación regalándonos los amigos, y me gusta pensar que un día dijo: como no podrás viajar y ver todo lo que te gustaría, tus amigos lo harán por ti. Ellos serán una extensión de tus sueños.

Como el reciente tour europeo de Alicia, o el viaje de Esther a Japón, esta vez fueron Guillermo y Teresa quienes nos llevaron en la maleta a uno de los rincones más hermosos y fascinantes del mundo, las Cataratas del Iguazú. Con indisimulado orgullo patriótico, por que el 80% de los saltos están en territorio argentino, aunque sean de todos y para siempre, Patrimonio de la Humanidad.
No es mi intención hacer la competencia a Larousse ni a Wikipedia, fuentes universales del saber, donde podemos encontrar toda la información necesaria sobre esta maravilla de la naturaleza. Conocer por ejemplo desde el significado del nombre, “agua grande” en lengua guaraní, o que está compuesta por más de 275 saltos de agua de los cuales el más grande es conocido como “Garganta del Diablo”. 
Este texto solo pretende destacar dos cosa, por un lado el impacto emocional que un paseo de este tipo ha provocado en nuestros amigos viajeros Guillermo y Teresa, y su generosidad de compartirlo con todos nosotros. Hecho reflejado de muchas maneras, con un hueco para el Mate Peregrino.

Infaltable "Mate Peregrino", para mantener las tradiciones



“Son tan lindas y majestuosas, -dice Teresa-, quedamos admirados, no nos queríamos ir del lugar”. Y es comprensible, cuando uno tiene la suerte de acceder a esos lugares quiere detener el tiempo, quedarse allí para siempre. Sobre todo cuando las comparamos con nuestro lugar de residencia. En este caso, el contraste entre la Selva Misionera y la Línea Sur patagónica, dan para muchas reflexiones.
Cuánto le dio Dios a los misioneros Jesuitas. -sigue contándonos Teresa-, en una tierra roja y fértil, llena de ese oro verde que es para la región la producción de la Yerba Mate. Las había de todas las marcas, y mates de todas las clases.”







Dios se manifiesta a través de la naturaleza, dicen los hombres de fe, y no seré yo quien lo ponga en duda. Ver a Guillermo sentarse y escribir las experiencias de este viaje, me da más motivos para creer en los milagros.
Gracias querido hermano. Tu sabes muy bien cuánto valoro este gesto, no sólo por lo afectivo y personal, sino por compartir tus vivencias y sensaciones con mucha gente que no tiene las mismas oportunidades de salir, viajar y conocer mundo.
“Pasamos una semana muy feliz y tranquila, -dice Guille-, caminamos muchísimo, retineamos todo lo que no es posible fotografiar.”  Otra vez a retineando, verbo cuya autoría te pertenece y que tanto me gusta. Otra vez, como en Barcelona, como en Bariloche o en la Cruz de la Estancia La Elena.
Y continúa su relato-  “increíble el contraste del verdor selvático, con el agua que llovía de abajo hacia arriba, y nos bañaba y nos bendecía. Quedamos  “recopados”  y volvimos alegres, relajados, a continuar con la rutinaria actividad que nos tiene cautivos." Así es la vida, y que podamos seguirla por muchos años.


Porqué Dios, tanto para algunos y tan poco a otros?  Repite Teresa la pregunta que nos hacemos desde que venimos a este mundo.



“En cada gota de lluvia, que humedece el horizonte,
en las piedras del camino o en el silencio del monte,
en la raíz de mi sangre que pertenece a este suelo,
en la luz del firmamento, o en las estrellas del cielo…”.

Así dice una de mis canciones donde pregunto lo mismo, La verdad, dónde se esconde. Quién tiene la respuesta a las preguntas que nos hacemos siempre, que nos hacemos todos. No podríamos disfrutar la selva si no existiese el desierto. Nuestro camino no sería el mismo si no fuera por la compañía de los que amamos. 



“Niña de San Ignacio, yo no te olvido porque, tu tierra colorada quema mi sangre y mi piel…” cantaba en mi juventud esta bella canción del gran Horacio Guaraní.
Hoy Guillermo y Teresa me llevan de nuevo a una tierra que no necesito pisar para quererla como propia. A través de sus cartas y fotografías, me trasportan a las misiones jesuíticas de la época colonial, a los inconmensurables yerbatales, a los amores de juventud, a la música y la cultura que late en el corazón de nuestro querido continente.
Hoy, sus cartas y fotografías refrescan la memoria tanto como revalorizan la amistad.
No hay ceniza volcánica ni viento patagónico que pueda apagar el latido de un corazón generoso. La grandeza y magnificencia del mundo que compartimos brillará por siempre, mientras exista en la faz de la tierra seres humanos como vosotros.